ella no creía en los finales felices, pero quería que le demostraran que estaba equivocada

Un alma rota, un alma muerta.

Ella sintió el sabor a óxido en sus labios, pero ya era demasiado tarde, la vida de la persona a la que más amaba se había extinguido en sus brazos.
Escuchó un ruido y volteo la cabeza con rapidez. Era solo su imaginación. La mente jamás la dejaría en paz de ahora en adelante.
Recordó. Volvió al pasado, a unos minutos antes.
Casi podía sentir como si estuviera ahí de nuevo, corriendo, huyendo, con las ramas golpeando su cara y tropezando miles de veces.
El grito no tan lejano y desgarrador que parecía cortar el aire. Y ese aullido, ese aullido que le había erizado cada cabello que poseía.
Luego correr. Y más correr.
Pero no lo logró, no logró llegar a tiempo. Y lo único que puso hacer fue besarlo, besarlo y rezar por un milagro, un milagro que nunca sucedió.
Y es por eso que ahora se paseaba en el bosque, con la ropa desgarrada, el cabello suelto y revuelto y los ojos inyectados en sangre. Se paseaba esperando encontrar a esa criatura que había matado a su amor, para encontrarla y verla a los ojos. Para destruir su alma en segundos. Y luego, luego ella moriría, porque esa era la sentencia, un alma rota, un alma muerta. Una dispuesta a vagar por el mundo sin razón y con dolor y la otra muerta en un espacio negro y vacío, sin poder vivir de nuevo. Pero ella estaba dispuesta a encontrar a esa criatura, romperle el alma y condenar la suya propia.

1 comentario:

  1. Somos capaces de hacer todo por la persona a la que más amamos. Esa herida nunca cicatriza, lo llevará siempre en su corazón.
    Un beso.

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