ella no creía en los finales felices, pero quería que le demostraran que estaba equivocada

Silencio que hace daño.

Porque duele.
Todo gira a mi alrededor.
La señora gorda comprando vegetales, sin una sola golosina en el carrito, demostrándole al mundo que vive saludablemente aunque su cuerpo diga lo contrario.
Inocencia. Unos grandes ojos cafés observando las brillantes manzanas. La pequeña parece fascinada por el rojo que pinta estas frutas poderosas.
Una pareja al fondo del pasillo peleándose, él sostiene un pastel de chocolate mientras que ella señala un pay de limón. Y al lado, casi tan pequeño que podría pasar desapercibido, el niño de playera azul, labios apretados y ojos rojos de contener el llanto.
Un grupo de adolescentes con el carrito lleno de botellas, refrescos, botanas y galletas. Listos para la caída de la noche.
Es como una sinfonía, la música clásica que nos hace olvidar, los gritos, las risas.
Y no puedo. No puedo ser parte de esto. Aquí estoy yo, canasta en mano con un yogur griego y una bolsita de nueces mixtas. Aquí estoy yo, con los moretones escondidos bajo la tela y los ojos de un cachorro lastimado.
Y duele. Duele porque sé que no es su culpa, porque sé que él nunca quiso hacerme daño, porque no puedo dejarlo sin perderme a mi misma.
Y entre todo el ruido, la música, los gritos y las risas, escucho un silencio. Un silencio que hace daño y cala hasta lo más profundo de mi alma.

2 comentarios:

  1. Parase y mirar alrededor de vez en cuando es coger oxígeno o, en otros casos, dejarnos sin pizca de él en los pulmones.
    Me encanta esta escena, y se me ha colado esa sensación de silencio en un mundo repleto de gritos.

    ¡Un abrazo!
    S.

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  2. tus palabras sobre ese silencio también calan hasta el alma.

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